Mensaje de Mons. Marcelo Mazzitelli
En primer lugar, quería agradecerles esta oportunidad de acercarme otra vez a la comunidad de San Miguel. Me quedé con mucha alegría después del primer encuentro que tuvimos en el retiro en el seminario, tanto por el número de participantes como por el espíritu de renovación pastoral y misionera que vi. Además, fomentar esas “raíces” en la espiritualidad es muy importante para la comunidad.
Respecto a la Cuaresma, hay una palabra que siempre emerge con fuerza: la conversión. Pero la conversión es posible cuando hay otra virtud que la acompaña, y que aunque es más fuerte en adviento, también es parte de este tiempo: la ESPERANZA.
La conversión nos pone en camino de esperanza. Como les expresé en el retiro, la conversión no es solamente la conversión a Dios. Ese es el primer movimiento del corazón pero no el único. Es necesaria también una conversión hacia la vida comunitaria, porque la comunidad es un gran Don de Dios para nuestra vida de fe. En efecto, no podemos decir que tenemos fe sino vivimos esa fe con los hermanos, porque somos pueblo de Dios. Dios ama a su pueblo, lo acompaña, lo salva, y lo hace porque quiere a todos los hombres en esa comunidad.
Así, cuando uno está en estado de conversión se deja reencontrar por Dios, porque Dios siempre nos quiere encontrar, siempre nos busca. El desafío es dejarse encontrar por Dios, dejarse abrazar, dejarse habitar por él. Y en esa experiencia, crece y se afianza la conciencia de vivir en la fraternidad porque la comunidad es el lugar propio donde nosotros somos salvados por el Señor, donde viviendo la fraternidad nos descubrimos rescatados del individualismo y de los egoísmos, donde aprendemos a mirar a todos como hermanos.
Pero esta esperanza no es para guardarla y esconderla sólo para nosotros. Es necesaria también una cierta conversión al mundo. Recuerdo el pedido de Pedro, Santiago y Juan que en el monte de la Transfiguración quieren quedarse refugiados y escondidos en tres carpas. Dios no quiere eso para ellos ni para nosotros, sino que nos envía a ser profetas de esperanza y testigos en la misericordia de Dios, porque en definitiva lo que estamos anunciando es que tenemos a un Dios que nos quiere y que nos ama. Vivir esta experiencia de ser una comunidad testigo de la misericordia de Dios es la que realmente toca los corazones.
Pidamos entonces a Dios estas tres conversiones y recordemos que la conversión es un camino que dura toda la vida. Es un “dejar actuar a Dios en nosotros”, y reconocerlo como el Señor de nuestras vidas, es confiar en su perdón, es buscarlo en la esperanza, aún en las situaciones más difíciles que vivimos en el país, en las comunidades y en cada familia. La esperanza es la que nos hace caminar sobre esas realidades sin hundirnos, así como Pedro pudo caminar sobre el agua cuando puso la mirada en el Señor.
Querida comunidad de San Miguel, como decía el Cardenal Pironio, “seamos discípulos del Señor, alegres en la esperanza”. La esperanza de la Pascua es para cantarla. Hay una frase de una mística inglesa, Juliana de Norbright, con una certeza de corazón de caminar sobre la complejidad del dolor y del pecado, ella decía: “todo terminará bien, todo termina bien”. De alguna manera si hoy vemos muchas cosas que no están bien, y además vemos que en la Resurrección todo terminó bien, caminaremos en la ESPERANZA.
Celebrar la Pascua recorriendo este camino de Cuaresma es celebrar la certeza de que el Señor ha vencido la muerte, que ha vencido sobre el pecado, ha vencido sobre las tinieblas; liberándonos. Así que sea renovado este deseo de conversión pastoral y también que seamos renovados en este camino de esperanza para ser misioneros de la misericordia de Dios. Con mi bendición.
Mons. Marcelo Mazzitelli
Obispo Auxiliar de Mendoza
Respecto a la Cuaresma, hay una palabra que siempre emerge con fuerza: la conversión. Pero la conversión es posible cuando hay otra virtud que la acompaña, y que aunque es más fuerte en adviento, también es parte de este tiempo: la ESPERANZA.
La conversión nos pone en camino de esperanza. Como les expresé en el retiro, la conversión no es solamente la conversión a Dios. Ese es el primer movimiento del corazón pero no el único. Es necesaria también una conversión hacia la vida comunitaria, porque la comunidad es un gran Don de Dios para nuestra vida de fe. En efecto, no podemos decir que tenemos fe sino vivimos esa fe con los hermanos, porque somos pueblo de Dios. Dios ama a su pueblo, lo acompaña, lo salva, y lo hace porque quiere a todos los hombres en esa comunidad.
Así, cuando uno está en estado de conversión se deja reencontrar por Dios, porque Dios siempre nos quiere encontrar, siempre nos busca. El desafío es dejarse encontrar por Dios, dejarse abrazar, dejarse habitar por él. Y en esa experiencia, crece y se afianza la conciencia de vivir en la fraternidad porque la comunidad es el lugar propio donde nosotros somos salvados por el Señor, donde viviendo la fraternidad nos descubrimos rescatados del individualismo y de los egoísmos, donde aprendemos a mirar a todos como hermanos.
Pero esta esperanza no es para guardarla y esconderla sólo para nosotros. Es necesaria también una cierta conversión al mundo. Recuerdo el pedido de Pedro, Santiago y Juan que en el monte de la Transfiguración quieren quedarse refugiados y escondidos en tres carpas. Dios no quiere eso para ellos ni para nosotros, sino que nos envía a ser profetas de esperanza y testigos en la misericordia de Dios, porque en definitiva lo que estamos anunciando es que tenemos a un Dios que nos quiere y que nos ama. Vivir esta experiencia de ser una comunidad testigo de la misericordia de Dios es la que realmente toca los corazones.
Pidamos entonces a Dios estas tres conversiones y recordemos que la conversión es un camino que dura toda la vida. Es un “dejar actuar a Dios en nosotros”, y reconocerlo como el Señor de nuestras vidas, es confiar en su perdón, es buscarlo en la esperanza, aún en las situaciones más difíciles que vivimos en el país, en las comunidades y en cada familia. La esperanza es la que nos hace caminar sobre esas realidades sin hundirnos, así como Pedro pudo caminar sobre el agua cuando puso la mirada en el Señor.
Querida comunidad de San Miguel, como decía el Cardenal Pironio, “seamos discípulos del Señor, alegres en la esperanza”. La esperanza de la Pascua es para cantarla. Hay una frase de una mística inglesa, Juliana de Norbright, con una certeza de corazón de caminar sobre la complejidad del dolor y del pecado, ella decía: “todo terminará bien, todo termina bien”. De alguna manera si hoy vemos muchas cosas que no están bien, y además vemos que en la Resurrección todo terminó bien, caminaremos en la ESPERANZA.
Celebrar la Pascua recorriendo este camino de Cuaresma es celebrar la certeza de que el Señor ha vencido la muerte, que ha vencido sobre el pecado, ha vencido sobre las tinieblas; liberándonos. Así que sea renovado este deseo de conversión pastoral y también que seamos renovados en este camino de esperanza para ser misioneros de la misericordia de Dios. Con mi bendición.
Mons. Marcelo Mazzitelli
Obispo Auxiliar de Mendoza
Mensaje de Mons. Marcelo Mazzitelli
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